Con sólo una silla de estilo flanqueada por dos guitarras, una a cada lado, por toda escenografía, las escenas del incendio voraz que el 2 de septiembre de 2018 destruyó el Museo Nacional de Río de Janeiro proyectadas sobre la inmensa pantalla de fondo del Teatro La Baita fueron el punto de inicio de las presentaciones de Paulinho Moska (a las 19 y a las 22).
Entre los testimonios que se sucedían, alguien habló del Brasil como “un país que quema su memoria, que no tiene mucha memoria”, mientras quedaban los escombros de lo que alguna vez había sido la residencia de Don Pedro II, el monarca que más tiempo reinó en el “imperio” vecino. Recién entonces, el cantautor brasileño entró en escena.
A partir de ese momento, su magnetismo y el poder de sus canciones se adueñaron del lugar. Primero, una explicación sobre el carácter de “Las guitarras Fénix del Museo Nacional”, un espectáculo atravesado por el recorrido de esos dos instrumentos rescatados de las cenizas por un bombero y luthier que empeñado en cambiar carbón por arte. Después, la música .
“Todo novo de novo”, “A seta e o alvo”, “Lágrimas de libertad”… Letras y músicas de diferentes momentos de su extensa carrera resignificadas para delinear una metáfora de un renacimiento.
“Las lágrimas y las tristezas son piedras preciosas para nuestras vidas”, dijo Paulinho, y siguió con su anecdotario de encuentros con Fito Páez y Kevin Johansen para continuar con “Hermanos”, “Que beleza, a beleza” y “Waiting for the Sun to Come”, en una suerte de recital bi, y por momentos trilingüe, cuyos climas fueron potenciados por un criterio de iluminación tan simple como acertado.
Antonces, en estado de perfecta conexión con el público, llegaron “Pensando en ti”, para la cual la voz clara y llena de matices de Moska contó con el acompañamiento de un tímido coro que bajó desde la platea y se prolongó en “Desde que o samba é samba”, en la recta final de un encuentro en el que la intimidad que culminó con una ovación que necesitó varios minutos para apaciguarse y perderse en el frío de la calle Moreno
Gentileza- Prensa FIMBA
Fotografia HOYBariloche – Eugenia Neme PH